Afrontamos el
tramo más bonito de todo el recorrido, ante nuestros ojos se abre un
espectacular paisaje de tajos y cortados adornados de variada y profusa
vegetación; el camino aparece en algunos tramos empedrado, según algunos
autores es de tiempos romanos, aunque lo más probable es que sea de origen
medieval. desde aquí observamos el trazado del sendero que se adentra en el
barranco por donde discurre el arroyo
de Sijuela.
Nada más descender unos metros podremos observar, cerca del arroyo,
una curiosa piedra, que por su forma de abanico abierto, ha dado nombre a todo
este paraje.
Finaliza la ruta junto a la cueva
del Abanico, de
grandes proporciones y poca profundidad. Al igual que el Tajo
de Ronda, estos cortados están constituidos por una
roca
conocida como “molasa”, formada por areniscas y conglomerados que ha sido modelada
por la acción erosiva del agua, dando lugar a formaciones como la que vemos frente
a la cueva.
El regreso nos deparará agradables sorpresas, con nuevas
perspectivas y espléndidas panorámicas y con un visitante que se nos cruzó y corrio asustada por entre las rocas, un pequeña y asustadiza cabra montes.
El Puente Nuevo es el monumento más emblemático de la ciudad y fué construido entre 1759 y 1793. Une las zonas histórica y moderna de la ciudad salvando el Tajo, una garganta de más de 100 m. de profundidad.
Para llegar allí hay que ir a la plaza de San Francisco y coger la calle de los molinos que desciende hasta un sendero que nos llevará hacia un antiguo molino de donde parte la Vía Ferrata. La realizaron Raul, Maribel y PpVallejo por segunda vez e hicieron su bautizo de vías ferratas Juan Pascua, Aurelio, Manuel Morón y J. Antonio.
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